top of page
No hay etiquetas aún.

BÚSQUEDA POR TAGS: 

POSTS RECIENTES: 

SÍGUEME:

  • Facebook Clean Grey
  • Twitter Clean Grey
  • Instagram Clean Grey

Practicando la interseccionalidad


Kimberlé Crenshaw

Practicando la interseccionalidad: en contra de la colonización del pensamiento Negro en el discurso feminista blanco

Ariane Poisson es una filósofa, educadora y activista de Bruselas. Editora y redactora de HYSTERIAl (hystericalfeminisms.com). Adaptación: Luisa Uribe

 

La interseccionalidad se ha convertido en un lugar común, en un concepto relativamente “de moda” para el discurso feminista popular, sin embargo, es indispensable reconocer la trayectoria de esta herramienta conceptual a la luz de las contribuciones hechas por el movimiento activista Negro y diversas expresiones del movimiento feminista colombiano que han reconocido la ineludible tarea de analizar cómo opera la opresión en todas las dimensiones de la vida social. Poisson hace un recuento de las contribuciones de Kimberlé Crenshaw, una abogada y activista feminista quién con su trabajo esbozó las primeras contribuciones de la interseccionalidad a las luchas feministas gringas. Además, explora cómo la popularización del término en los últimos años ha contribuido a aumentar los riesgos de banalizar una teoría de la opresión y la diferencia al convertirla en una herramienta liberal para hablar de la diversidad en abstracto y despolitizar situaciones atravesadas por la exclusión. Es importante leer el artículo en su contexto: la autora hace énfasis en las recientes movilizaciones mainstream en contra de las violencias de género en particular en Estados Unidos. Además, el racismo estructural tiene unas dimensiones bien poderosas en el contexto gringo y, si bien en nuestro país algunas de estas se reproducen la discriminación racial y de clase no puede ser leída de la misma forma. Finalmente, la reconstrucción de Poisson es clave para un momento en el que la interseccionalidad como herramienta teórica y política está siendo fuertemente cuestionada por ser un “todo y nada”, por contribuir a la reproducción de conflictos identitarios y/o a una “carrera de lxs oprimidxs”. Es importante no porque en la interseccionalidad encontremos todas las respuestas sino porque el potencial de pensar cómo opera la opresión y cómo podemos construir feminismos más activos en torno a dichas violencias es fundamental. Hoy más que nunca la lucha feminista organizada requiere de herramientas para diagnosticar y atacar las violencias pero también para evaluar las tensiones entre la corriente ahora popular del feminismo como una “elección” y/o una “forma de vida” y el feminismo como postura política y una vía de acción colectiva organizada. El debate no está dado y aún tenemos muchísimas preguntas para abordar dichas tensiones, esta artículo pretende ser un insumo para esto. La traducción es libre y tiene varias notas al pie con comentarios sobre el contexto colombiano y algunos ejemplos útiles para abordar los debates sobre interseccionalidad. El artículo original está disponible en el siguiente link:



 

Contextualización: la interseccionalidad es la nueva palabra feminista de moda El concepto interseccionalidad fue acuñado por la feminista Negra [1] Kimberlé Crenshaw en su ensayo de 1989, “Demarginalizing the Intersection of Race and Sex: A Black Feminist Critique of Antidiscrimination Doctrine, Feminist Theory and Antiracist Politics,” y las raíces históricas de la teoría datan de argumentos de la abolicionista Sojourner Truth y la académica Anna J. Cooper en el siglo diecinueve. La interseccionalidad teoriza cómo las identidades de grupo (raza, clase, género, etc.) convergen para formar nuevas (y únicas) categorías de opresión. Por ejemplo, la interseccionalidad establece que la experiencia de opresión sistemática de una mujer Negra no es igual a la de un hombre Negro y mucho menos a la de una mujer blanca. Hoy, la interseccionalidad ha saturado el discurso feminista blanco, pero el uso del término se ha vuelto vago, casi sin sentido. Antes de explicar la teoría interseccional de Crenshaw creo que es importante que yo, como mujer blanca, empiece por identificar claramente qué es y qué no puede ser la interseccionalidad para mí. La interseccionalidad no es universal y no todas las intersecciones identitarias se crean igualmente, especialmente cuando existe “blancura” (whiteness) [2]. No importa qué otros ejes de discriminación entren en juego, la “blancura” actúa como un apoyo tal que los individuos no experimentan el impacto pleno de la opresión e invisibilización abordadas por la teoría interseccional. [1] Black women/men siempre en mayúscula en el original. [2] Whiteness como un concepto que abarca características más amplias que las fenotípicas. Según Arturo Escobar (2010) el privilegio blanco abarca también la defensa de un modo de vida eurocéntrico que ha privilegiado históricamente a la gente blanca a expensas de los no-europeos y la gente marcada como “de color” en todo el mundo. La interseccionalidad no es una etiqueta o una identidad, es una práctica institucional. Un individuo o una institución no pueden simplemente “ser interseccionales”, deben encarnar las acciones, políticas y activismo feminista interseccional a través de la potenciación de las voces marginadas en primer lugar. Además de la deshonestidad intelectual hacia Crenshaw y el pensamiento y activismo feminista Negro, la expropiación liberal de la interseccionalidad hacia una mera teoría de la experiencia es una negativa a interrogar el poder institucional. Al ignorar que la interseccionalidad es principalmente a una teoría de la opresión, las autodenominadas instituciones interseccionales fallan en comprometerse y cambiar sus propias posiciones dentro de los sistemas de poder. Así, la violencia estructural se refuerza y es recreada constantemente mientras que se escuda en el lenguaje de la inclusión. La interseccionalidad como retórica feminista blanca, entonces, se convierte en un escudo para que las organizaciones progresistas eludan la radicalidad y contribuyan a mantener el statu quo. Considero que el fracaso de la interseccionalidad para ser significativa en el discurso feminista no es, como algunas feministas blancas lo han sugerido, el resultado de los propios límites del concepto. De hecho, la ambigüedad de la interseccionalidad la dota de un importante poder analítico y la convierte en una de las herramientas más valiosas para analizar cómo operan el poder y la opresión a través de los diversos ejes identitarios. La teoría de Crenshaw es importante para analizar cómo interactúan el sexismo y el racismo en la opresión particularmente sufrida por las mujeres Negras y la consiguiente invisibilización de dicha opresión por el activismo antiracista y feminista mainstream. De hecho, el vacío en el discurso interseccional mainstream proviene de que las organizaciones, publicaciones e individuos que se proclaman interseccionales no ponen su teoría en práctica. El discurso liberal sataniza el lenguaje interseccional convirtiéndolo en que diferentes personas tienen diferentes identidades y, en consecuencia, diferentes experiencias. Esto es cierto, pero la interseccionalidad no es una forma intelectual de afirmar que “antes de juzgar a alguien, camina en sus zapatos,” sino una teoría del poder y la opresión sistémicas. Además, la mayoría de referencias liberales a esta teoría se apartan de su historia anclada en el pensamiento feminista Negro y el activismo de base. Esta apropiación del lenguaje interseccional por la retórica feminista blanca ha sido denunciada en numerosas ocasiones como colonización y violencia anti-Negra.

 

La teoría de la Interseccionalidad de Crenshaw Mi propósito es responder a este discurso mainstream centrándome en la teoría de Crenshaw tal y como fue desarrollada en el ya mencionado ensayo de 1989 y en su continuación de 1991, “Mapping the Margins: Intersectionality, Identity Politics, and Violence against Women of Color.” En pocas palabras, la interseccionalidad [3] se pregunta si un individuo es visible dentro de un sistema legal particular.

Por ejemplo, en “Demarginalizing the Intersection of Race and Sex,” Crenshaw centra la atención en la forma en la que las mujeres Negras son ilegibles en la políticas anti-discriminación en el derecho laboral. Específicamente analiza un caso en el que cinco mujeres Negras demandaron a la General Motors (GM) por sus políticas racistas y sexistas de empleo: GM “simplemente no contrataba mujeres Negras hasta 1964 y (...) todas las mujeres Negras contratadas después de 1970 perdieron sus trabajos con argumentos relacionados con sus edades (“Demarginalizing” p. 141). La corte desestimó el caso: por un lado, la compañía había contratado a mujeres blancas antes de 1964, así se determinó que no existía discriminación sexual y, por el otro, se recomendó analizar el caso de las mujeres junto con otra caso de discriminación en contra de GM que había sido dirigido por hombres.

Teniendo en cuenta este ejemplo Crenshaw argumenta que la experiencia de las mujeres negras no fue representada en la ley y que la particular intersección de su identidad solo fue vista y leída a través de la experiencia de mujeres blancas y hombres Negros. Así, las mujeres Negras no fueron (¿son?) efectivamente visibles en las leyes antidiscriminatorias.


Así, Crenshaw se preocupa por cómo las prácticas feministas y antirracistas suelen proceder como si la identidad de grupo fuera monolítica. En 1991 resalta cómo la ley enmarca las identidades “mujer” o “”persona de color” en una proposición de “alguno/o” silenciando a quienes experimentan esto localizado en el “y” (“Mapping” p. 1242) [4]. Esto es, si una teoría feminista o antirracista falla en reconocer las formas en las que el racismo y el sexismo están articulados en la vida cotidiana de los sujetxs marginalizadxs estxs terminarán siendo excluídxs en una doble vía (por la sociedad mainstream y también por los supuestos intentos de reformarla). [3] Es importante aclarar que la definición de interseccionalidad utilizada en este artículo retoma únicamente los aportes iniciales de Crenshaw. La interseccionalidad ha tenido diversos desarrollos teóricos y activistas desde entonces, muchos provenientes de América Latina, por ejemplo:




[4] Como si ser mujer fuera un absoluto y no existieran diferencias entre ser mujer negra y ser blanca o ser una mujer negra en el Pacífico a serlo en Bogotá, por ejemplo. [5] Las mujeres blancas estadounidenses.

 

Conclusiones La trayectoria de Crenshaw nos ha alejado del discurso ahora popularizado en torno a la interseccionalidad, la citaré antes de seguir hablando por ella: “Es irónico que quienes se preocupan por mitigar las problemáticas del racismo y el sexismo tengan que adoptar un enfoque tan vago de la discriminación. Si sus esfuerzos empezaran por abordar las necesidades y problemas de quiénes están marginadxs, ellxs también se beneficiarían. Además, poner en el centro a quiénes están en una posición de desventaja es la forma más efectiva de resistir a los esfuerzos por fragmentar las experiencias y disminuir el potencial de la acción colectiva (“Demarginalizing” p. 167)”. Para abordar adecuadamente la interseccionalidad estructural y política, el feminismo debe pararse en contra de la violencia sistémica que sirve para marginalizar, criminalizar y subyugar a los cuerpos negros, discapacitados, trans, pobres, gordos, queer, cuerpos con útero y, especialmente, cualquier cuerpo que esté situado en las intersecciones de esas identidades. Concretamente, una práctica de la interseccionalidad se abstendrá de tomar decisiones estructurales con la esperanza de ayudar a la gente marginada y buscará más bien centrar su acción en integrar sus voces para luego convertir la teoría interseccional en una práctica cotidiana de descentralización de las voces del privilegio. Una persona feminista interseccional, en la práctica, es, por ejemplo, pro-aborto, inclusiva con las personas trans, en contra de las cárceles, pero lo es dándole voz a las mujeres trans, a las trabajadoras sexuales, a las mujeres que han tenido o necesitan un aborto y aquellas que han estado o están en una cárcel. Uno de los problemas que subyacen a la “eliminación” de las mujeres de color en el discurso feminista blanco es que la “blancura” se asume como neutral, como si esta fuera la norma. El feminismo interseccional, entonces, parte de nombrar dicha “blancura” y cuestionar el supuesto de neutralidad. Crenshaw dice: El valor de una teoría feminista de mujeres Negras se ve disminuido porque viene de un contexto blanco en el que la raza se da por sentada. No solo las mujeres de color son de hecho ignoradas sino que su exclusión se refuerza cuando las mujeres blancas hablan por y como mujeres. La autoritaria voz universal (usualmente la del hombre blanco que se presenta como no-racializado, no-objetivado por el género) se transmite a quiénes comparten muchas de sus características culturales, económicas y sociales a pesar de no ser del mismo género (las mujeres blancas). Cuando la teoría feminista intenta describir las experiencias de las mujeres a través del análisis del patriarcado y la sexualidad como esferas ideológicas separadas suele pasar por alto el rol de la raza. Así, las feministas pueden llegar a ignorar cómo su propia raza opera para mitigar ciertos aspectos del sexismo y, aún más, como puede privilegiarlas y contribuir a la dominación de otras mujeres. La consecuencia de esto es que la teoría feminista permanece blanca y su potencial de amplificarse y profundizar su análisis al retomar las experiencias de mujeres no-privilegiadas es irrealizable (“Demarginalizing” p. 154). El feminismo interseccional significa entonces abordar la interseccionalidad estructural y esforzarse por entender cómo opera la opresión sistémica a través de supuestos y omisiones recurrentes en el feminismo; significa abordar la interseccionalidad política cuestionando activamente cómo las acciones individuales y colectivas pueden participar en la opresión sistémica; y, significa escuchar y reflexionar sobre las voces de lxs otrxs cuando hablan en contra de los comportamientos que reproducen la opresión, incluso si dichos comportamientos son involuntarios. Si el objetivo es alcanzar la liberación de las mujeres debemos replantear nuestros grupos feministas, no pensarlos como monolíticos sino como una coalición de identidades y en la formación de dicha coalición es preciso evitar partir del privilegio propio. Un feminismo interseccional no solo pretende descubrir y desmantelar las formas de poder que sirven para denigrar a todas las mujeres sino también destruir las jerarquías en las que solo las mujeres blancas, cisgénero, sin discapacidades, etc., son las únicas beneficiarias de la liberación feminista. Un grupo feminista que pretenda ser interseccional debe integrar estas demandas en sus prácticas, no solo en el lenguaje. La liberación para algunxs no es la liberación para todxs.

bottom of page