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Comunicado A las delegaciones del Gobierno y las Farc

Comunicado

Al Gobierno, a la guerrilla de las Farc y a las víctimas del conflicto en Colombia.

¿Quién dijo que todo está perdido? Hoy seguimos ofreciendo nuestros corazones:

por las víctimas, por el futuro. Con resistencia y dignidad.


El pasado 2 de octubre 6.377.464 colombianos y colombianas reafirmamos el apoyo y el compromiso con el proceso que, desde hace 4 años, nos ha llenado de esperanza. Somos conscientes de que terminar un conflicto de décadas no es una tarea fácil; hacerle frente a los factores que dieron origen y contribuyeron a la persistencia del conflicto es prácticamente construir desde cero un nuevo país. Sin embargo, el pueblo colombiano ha esperado pacientemente una solución efectiva a la guerra, apostando por el diálogo y la reconciliación como las mejores herramientas para conseguir una paz estable y duradera.


Creemos que la votación del plebiscito es el reflejo de dos visiones de país que no necesariamente son opuestas o contradictorias, pero que sí nos ponen en la cuerda floja y nos invitan a pensar lo compleja que es la reconciliación. Con esperanza recibimos la noticia de que aquellos territorios más afectados por la violencia armada fueron los primeros en manifestar su apoyo a los acuerdos aunque, en últimas, la fuerza electoral se la llevaron las ciudades y, probablemente, votantes para quienes el conflicto es una realidad lejana. Ayer demostramos lo difícil que es perdonar a los hermanos y hermanas guerrilleros, quienes, además, han mostrado su compromiso con acabar con el conflicto armado más grande de la historia latinoamericana. Ayer se rompieron nuestros corazones cuando vimos cuán polarizados estamos como país, cuánto odio por el pensamiento ajeno, cuánta intolerancia y falta de respeto por la diferencia, cuán manipulables e indiferentes somos.


Ayer, nuestros espíritus acompañaron a los hermanos y hermanas en Bojayá, en la Chinita, a las familias de los diputados del Valle, y tantas víctimas que, en un acto de humanidad, le abrieron sus puertas al perdón y la reconciliación. En Bojayá, a los sobrevivientes la guerrilla de las Farc les dijo la semana pasada: “Tendemos nuestras manos jurando que jamás tuvimos la intención de causar los terribles daños que tanta aflicción han ocasionado y lo hacemos con la infinita gratitud que nos da la forma como con tanto desprendimiento de comprensión y sin manchas de rencor y odio, nos han recibido para iniciar la nueva senda de paz que nos hemos trazado”.


Por su parte, el presidente Santos dijo el pasado 26 de septiembre “También quiero rendir homenaje a las millones de víctimas inocentes; a los defensores de derechos humanos; a las comunidades indígenas, afrocolombianas y campesinas; a tantas mujeres y madres que –en medio de las lágrimas– abonaron el camino hacia la paz. NO MÁS jóvenes sacrificados, no más jóvenes muertos, no más jóvenes mutilados por una guerra absurda… ¡Ni soldados, ni policías, ni campesinos, ni guerrilleros! Las nuevas generaciones de Colombia destinarán sus energías a promover el desarrollo y la felicidad del país.


Ambas partes han expresado que la voluntad de paz no se agota con los resultados del domingo pasado y que la vía armada para resolver el conflicto dejó de ser una opción. Tomar la decisión de echar por la borda cuatro años de trabajo tampoco es consecuente con los intereses de las víctimas del conflicto que acudieron a las urnas para aprobar el acuerdo. Por ello, se afirmó la vigencia del cese al fuego bilateral y, como dijo la guerrilla en su primera declaración del 2 de octubre “las Farc mantiene su voluntad de paz y reiteran su disposición de usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro”.


En este contexto quienes aquí firmamos estamos convencidos y convencidas de que no perdimos ninguna batalla. Por el contrario, reafirmamos nuestro compromiso con la construcción de escenarios de paz y hacemos un llamado a continuar el tránsito a la vida política sin armas, a seguir con el proceso de desarme y con los procesos de verdad a través del reconocimiento de crímenes (tanto de las Farc, como de la Fuerza Pública). Que continúe la reparación a las víctimas del conflicto, respetando lo acordado, y reconociendolo como el fruto de cuatro años de trabajo, coordinación e incidencia de las delegaciones, de múltiples organizaciones y movimientos de la sociedad civil.


En este tiempo hemos avanzado lo suficiente para no retroceder y vale la pena seguir con este esfuerzo. Queremos que sepan ustedes y las personas en Colombia y en el exterior, que cuentan con el respaldo, apoyo y voluntad política de las y los estudiantes y jóvenes de Colombia que no perdemos la esperanza de construir y conocer, finalmente, la paz.


Nuestra paz no la definen las urnas. Nuestra paz no tiene apellido, no tiene nombre propio; nuestra paz piensa en quienes han sufrido directamente esta guerra y ayer le dieron un sí definitivo al Acuerdo Final en 20 de los 32 departamentos del país.


Rosario Sin Bragas.

Bogotá, 3 de Octubre de 2016.


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